lunes, 10 de septiembre de 2012


El componente tecnología en un taller de arquitectura ecosocial


La formación en arquitectura le hace ciertas demandas a un componente de tecnología en un taller específico de ecosocial. Tomo la tecnología como la técnica de la técnica, que funciona en una investigación que es siempre una ampliación óptima de la percepción y el gesto. Hay un gesto arquitectónico, el aprovechamiento de ese gesto es una decisión energética. Hay una percepción arquitectónica, el aprovechamiento de esa percepción es una decisión estética.
La técnica de la técnica es el control y la eficacia del gesto arquitectónico, muy cercana al aprovechamiento arquitectónico de la percepción. La decisión energética en el gesto arquitectónico la tomo, construyendo un mapa ágil del territorio derivado de la investigación.
Con la inclinación en el eje de rotación de la Tierra, los hemisferios norte y sur, alternan la cercanía al sol y por consiguiente, la diferencia de temperatura. En la latitud de Colombia las fluctuaciones de energía solar son leves, transcurren a lo largo del año, oscilando con amplitud moderada. Colombia pertenece auna franja intertropical de curva energética suave (sinusoide), distribuida en un armónico que le da la vuelta al planeta. Veo ahí un patrón que es susceptible de ser perseguido con el gesto arquitectónico, un gesto arquitectónico hologramático (semejanza entre conjuntos geométricos de escalas distintas) con las dinámicas energéticas planetarias. Esto implica que un diseño arquitectónico podría contribuir a una distribución energética en el territorio, que suavice los picos de energía y las transiciones abruptas entre espacios, por ejemplo cambios extremos de temperatura a muy corta distancia arquitectónica.
Con la segunda ley de la termodinámica, la energía se conserva en el universo, también en el territorio. Toda energía valorada, proviene de una fuerte disipación de energía,con la combustión de helio en el sol. Con esa energía es posible la vida, organizada en una cadena de transferencias, que pasan de un estado energético a otro, de una espacio a otro. La disminución de la disipación de energía, que es cuando una energía escapa sin ser usada para producir, es un asunto y un problema tecnológico, de la disciplina de la ingeniería. La arquitectura, como disciplina, ve la tecnología como la posibilidad de transformar las prácticas espaciales, con la identificación y reconocimiento de un territorio, en condición de posibilidadpara la existencia de unos mundos deseados.
El territorio plano en el mapa, con sus proyecciones, escalas y simbolismos; soporta una forma de los flujos que son movimientos que atraviesan y quiebran la abstracción del territorio. Movimientos de masa, energía e información con que instalo una perspectiva sistémica en el análisis. Los flujos tienen su caudal, que es la magnitud temporal de los transportes a los que me refiero. Hasta ahora puedo anticipar los caudales en los transportes de agua del acueducto, de aguas servidas del alcantarillado; la conducción eléctrica, del gas natural, de personas, las líneas de trayectoria solar y los vientos dominantes.
En la abstracción del territorio hay una frontera que lo delimita, creo que esa frontera, más que la delimitación política-administrativa, puede ser el alcance de los servicios, hasta donde llegan los servicios en el territorio. Por ejemplo, desde qué máxima distancia vienen las niñas y los niños a la escuela, al hospital, a los trámites civiles.
Con esta manera de pensar la tecnología, todo transporte de masa es un transporte de energía, que suele tener cortes de información sobre su estado, estos cortes derivan a su vez, en unos transportes de información con que se transforma el control en busca de la eficacia. La información sobre los flujos, son configuradas por los instrumentos de medición e intelectuales y por la forma de presentación y tratamiento de los datos.
Todo transporte de masa tiene unas pérdidas que aumentan a medida que aumenta  la distancia a la fuente de potencia, con la potencia una fuente le da energía por unidad de tiempo a todo flujo, sea de agua, de aire, de basura, de gas, de electrones, de personas. Las ganancias de los flujos pueden ser de masa, y de energíacuando se consumen de una fuente potencial, el consumo de energía es una disipación o pérdida.
En el territorio plano, además de líneas que cruzan y quiebran, hay puntos, donde se concentra la masa y la energía. Estos puntos se alimentan de una fuente local de energía y pueden tener grandes dimensiones verticales, también tienen ganancias y pérdidas de masa y energía. Las pérdidas energéticas y de masa pueden reducirse y/o aprovecharse con un gesto arquitectónico.
Con todo el panorama de la investigación en el componente de tecnología del taller, se identifica una distribución de los puntos y un entramado de flujos. En el componente de tecnología, el espacio de intervención es el resultado de una lectura de los patrones en el mapa del territorio, patrones entres los puntos y los flujos, entre los puntos mismos y entre los flujos. Con la lectura del patrón energético, másico e informático, se toma la decisión sobre el espacio de intervención del gesto y la percepción arquitectónica. El espacio de intervención en el territorio es una performática de la investigación y la vía  que exijo, diferenciada a la del resto de los componentes, o sea, el componente social y el ambiental.

Aliex Trujillo García

jueves, 22 de marzo de 2012

Dossier: Las intervención tecnológica del vacío y la latencia, performatividad sin costuras.


Entre la nada: la negación pura, el obstáculo absoluto; y el todo: la promesa, el éxito, el futuro; hay una distancia topológica, relacional. La dicotomía del todo y la nada es una más desde Platón, la ruptura de la dicotomía la hacemos con una inmanencia que tiene al menos dos sentidos: negar es afirmar lo otro y el noch-nicht alemán, todavía-no: capacidad y posibilidad, superación de la necesidad, del vacío. Entre la nada y el todo, entre el vacío y su opuesto, hay muchos más circulantes.

La producción de movimiento.

El movimiento, como práctica espacial tiene su esquema con la metáfora del metabolismo poblacional. El metabolismo poblacional es una medida macroscópica del territorio, es una forma de medir su color, su temperatura. El color, es un color termodinámico, es parte de una función probabilística. La temperatura del metabolismo poblacional tiene una dinámica en el pueblo: baja entre semana en el horario escolar, sube en las tardes y los fines de semana. Aumenta con el alimento, con el juego, con la agricultura y la pesca, disminuye con la diáspora reactiva del sueño de consumo.
Para el aquietamiento metabólico el territorio tiene inhibidores, la escuela es un inhibidor, que consume gran cantidad de energía en restringir los cuerpos de los niños. Es asunto de la arquitectura si se interviene el metabolismo con mecanismos espaciales disipativos, con espacios que producen movimiento y por lo tanto el incremento del metabolismo, de la entropía en sistemas abiertos y alejados del equilibrio, el movimiento anfibio y sinuoso de las olas y el surco.

La intervención ¿Qué fue primero la basura o el cercado?

El espacio en el que ha ido quedando el conflicto por el uso de la tierra, es el cercado. La basura que ahí se deposita ha encontrado su distribución con leyes que escapan a los instrumentos certeros. Es cierto que la basura puede estar mejor en otro espacio, en un relleno sanitario, en un sistema de aseo público. Pero también es cierto que existe la posibilidad del desafío, del reto, de la performatividad del deseo y el poder. Lo interesante se despliega en esta posibilidad, que la basura sea una práctica espacial, la evidencia de un gesto de lo tecnológico. Lo problemático está ahí en la posibilidad de intervención performativa distinta en la basura, una sustitución cínica, un acto de habla. La arquitectura puede hacer esto, revolcar los signos del espacio que hacen decir y hacer. La terapia, el inicio de la solución, la punta de la cuerda que luego se halar; está en poner en discusión una pregunta, ¿Cómo funciona Manzanillo del Mar? Si la performatividad de la basura es parte de un mecanismo espacial que se le devuelve al pueblo con sus efectos sanitarios, se aprovecha en otra semiótica que hace decir y hacer con el territorio, con el espacio y su posibilidad de ser “hablado” el conflicto. La arquitectura tiene que hacer hablar al cercado, haciendo que se hable de ello, eufemizar el conflicto.
La cerca es el vacío, del otro lado el todo y entre ambos, siendo la cerca misma un territorio de luchas espaciales, la cerca como posibilidad de lo otro, como posibilidad política del cinismo raizal y anfibio.
Ambas, el metabolismo, la intervención; son formas ecosociales, porque conducen a lo singular, a la diferencia. La diferencia que se acentúa con la arquitectura, son aquellas que resultan de un régimen de luz, de visibilidad y de enunciación de las prácticas espaciales en el territorio situado. La diferencia tiene el sentido político de la igualdad en la diferencia. Hay que averiguar si el todo, o sea, el éxito, la promesa, son elementos activos o si lo provisional, la igualdad en la diferencia presenta más fuerza de activación, de actividad, de movimiento, de energía, de metabolismo, de entropía, de intervención. Hay que averiguar cómo es lo que moviliza, para hacer arquitectura.

Territorio y población.

La población, el pueblo, es la actualización de un mandato, mandato en lo jurídico y su enunciación funciona en una democracia que se hace demandar, se ejecuta y se cobra. La democracia tiene esta perversión nacida de la exigencia, cuando la democracia se exige, sus términos no pueden escapar de una paradoja: la tiranía de las mayorías. La legitimidad por fuera de esta tiranía es el relato, el recuento inmanente de una duración en la tierra, una duración ontológica, si se quiere, raizal y que es parte del metabolismo del pueblo, de la posibilidad de la resistencia como hecho que se va probando en la participación de todos, una participación en arreglo a la diferencias entre iguales.
Creemos que gobierna la vida. Cuando lo que gobierna es la vida, el pasado activo, la superación de la necesidad; gobierna la utopía. ¿Cuáles podrían ser las prácticas espaciales que diagramen esta utopía?
Los niños juegan en un flujo que circunscribe al pueblo de estaciones, con un circuito de espacios, cada juego en su lugar y muchos juegos. Con una ola que se alterna con las edades, es un pueblo de niños, su actividad gobierna… y la esperanza.

Los flujos energéticos.

El pueblo está atravesado y sostenido por sus energías, energías que vienen del sol y del mar, de la ciénaga. En ecosocial importa lo singular, en este caso lo singular se describe como la rehabilitación de los flujos entre el mar y la ciénaga. Estos flujos se diagraman, sobre estos flujos se ordenan los flujos espaciales, las redes tecnológicas, la actividad en lo social y la estética del paisaje que es una estética dispativa. Todo proyecto de ecosocial tiene que hacer ver estos flujos, flujos del sol en los suministros, flujos de la actividad de los niños y las niñas, de la hospitalidad calificada; flujos de las formas productivas y comerciales. También los posibles flujos del encuentro etario en la restitución de los acerbos culturales. Los flujos en la respiración de la ciénaga y el mar y con esta respiración, la respiración renovada del pueblo que incrementa su metabolismo por una fiesta de la energía, meciéndose al ritmo de un fuelle temperado y de la navegación.

Metabolismo de los niños y las niñas en relación con el metabolismo del pueblo.

Lo que veo en el relato de los observadores, es su intervención, que como la del turista, es la de un intruso con aranceles de voyeur,  en un territorio que vive en el turismo. Lo que veo tiene una duración voraz, lo que dura una transacción. El sujeto de la intervención es fugaz, pero la fugacidad del tipo inquiriente, por lo tanto demanda un trueque, la mirada por lo visto. Lo que veo en el relato de los sujetos de la intervención es la posibilidad de dar algo a cambio de lo aprendido.
Lo que le devolvemos puede ser un proyecto de espacio para el aprendizaje, de espacios disipantes. También devolvemos la posibilidad de la intervención del vacío arquitectónico en las cercas del conflicto en los bordes del pueblo.
Entre los mecanismos de la vida y lo vivo, dos mecanismo, cada uno distante del otro. Un primer mecanismo de latencia, donde la disipación es mínima. El metabolismo se contrae en las mínimas funciones, a la espera de mejores condiciones de vida. Al otro extremo está la reproducción, como el mecanismo de máxima disipación de energía, masa e información. Entre estos extremos se mueve la medida de disipación en el pueblo. Los cambios son necesarios conectarlos con los espacios de un futuro en el deseo, en la dinámica disipativas de un metabolismo.
Un organismo vivo aumenta su metabolismo en condiciones de un contexto demandante, para esto el organismo vivo desafía la entropía, la segunda ley.
La situación de presión en el uso de la tierra, demanda altos niveles de metabolismo. Si ese alto metabolismo es impulsado sobre todo por la actividad de las niñas y los niños y es constreñido en la escuela, con sus muros, sus pupitres, sus filas y su disciplinamiento; entonces la arquitectura debe liberar los metabolismos que la escuela como espacio inhibe y hace latente. Para esto, la escuela consume, disipa grandes cantidades de energía, energía para constreñir. La arquitectura puede diseñar prácticas espaciales que promuevan la canalización de la energía latente y la de constreñimiento hacia un metabolismo continuo, la arquitectura hace retroceder la amenaza, como el aikido, usando la presión del otro a favor propio.
Un espacio para el aprendizaje, con muros de un espacio disipativo, con la disipación a favor de un metabolismo común, comunitario, solidario, una propuesta arquitectónica que pueda ser destino turístico, de un turismo con fuentes de financiación, un turismo académico, un turismo del cuidado, un turismo para cronopios.
El espacio de conocimiento organiza los saberes de los abuelos, recupera el mar como lugar del saber y de la mirada. Porque algo tiene que hacer en la mirada vivir frente al mar. El mar es un elemento disipativo, entonces la pregunta arquitectónica también es como volver a traer el mar al pueblo, cómo volver a llevar al mar el pueblo. El espacio para el aprendizaje, tiene que tener al mar siempre al frente, para reconstruirlo como fuente de energía, como catalizador del metabolismo. Cuando el pueblo entra al mar, además de una retirada, es un impulso, el impulso del  litoral como oportunidad. En términos energéticos, la energía cinética de los mares que entran se une al metabolismo, más que para contener, para disiparse, penetrar como raíz de manglar. Es el obstáculo intervenido y contraído a favor de la energía propia. El asunto se vuelve reparación y mantenimiento del tejido social con el diseño de espacios de aprendizaje que canalicen las energías hacia el crecimiento de las raíces del manglar como metáfora afirmativa.
A estas máquinas en el territorio del pueblo las llamo tecnologías del metabolismo, formas de hacer posible el aprovechamiento energético identitario, para disipar sus bordes en conflicto. Máquinas que eufemizan arquitectónicamente el cinismo de la disipación, de la penetración, en el mar y en el uso de la tierra en los bordes del organismo raizal y anfibio.

Aliex Trujillo García